En este breve periodo en que se han atropellado mil palabras nuevas en mi cabeza, las que intento articular con conceptos e ideas que logren conectarme con nuevas formas de organización del conocimiento, con nuevos estados de conciencia, complejos y dinámicos, se hace necesario adentrarse en los nuevos preceptos, desde la comprensión y la reflexión de ellos, poder establecer relaciones de interacción desde la dialógica y entendiendo el argumento como base de acuerdos y negociaciones. Los jóvenes están siendo protagonistas de cambios profundos a un ritmo acelerado, en donde los mayores corremos tras de ellos en una loca carrera y en evidente desventaja, solo nos resta fortalecernos a través del conocimiento.
La situación podría pasar por un tema de desarticulación generacional, pero se problematiza cuando nos vemos frente a un escenario donde niños y jóvenes que se forman en esta nueva sociedad del conocimiento son responsabilidad nuestra, por tanto comprender los nuevos procesos de cambio es un acto de compromiso y de amor por la pedagogía , por los jóvenes y la sociedad entera, una forma de trascender a través de un fin ético que es la formación de las nuevas generaciones, dentro de un marco de enseñanza de calidad, donde se valore la diversidad, el pluralismo y los valores transcendentales, preparando las condiciones para la formación de un ser humano integral, potenciando su individualidad sin perder identidad comunitaria.
Las lecturas de Tedesco, Morin , Castell entre otros, me han abierto una ventana a un mundo nuevo y complejo, donde mi autodefinición de ser social con pensamiento progresista, se fractura frente a la contradicción que genera la presencia de la modernidad instaurada como forma de vida, y por supuesto también como sistema reproducido en las aulas. La revelación de una sociedad que se comienza a divorciar lentamente de las verdades absolutas, de la hegemonía de la razón, del pensamiento vertical y las ideas totalitarias, me hace replantear las formas de abordar mis prácticas pedagógicas y buscar en el tremendo potencial de la música y el desarrollo de la creatividad, un elemento articulador, ya no desde la simple intuición sino desde la certeza que mis métodos y enseñanzas deben encaminarse en la búsqueda de nuevas formas de entregar conocimiento, las cuales estarán en constante proceso de revisión y readaptación de acuerdo a las múltiples realidades que cohabitan nuestro sistema escolar.
Nuevos estados de conciencia me han llevado a adoptar posturas diversas, y contradictorias en algunos casos. En primer lugar poder comprender las fuerzas sociales que han generado los cambios e identificar muchas de sus manifestaciones. Luego tener una visión más amplia y multidireccional de los procesos educativos y tomar una postura muy crítica de la particular realidad en que trabajo, a la vez de suavizar mi visión un tanto caótica del rol del estado en las garantías hacia la seguridad social y por supuesto la educación. Me planteo la necesidad de esa crítica constructiva no solo desde el romanticismo y las buenas voluntades, sino desde un pequeño peldaño más arriba que antes, el que me permite ampliar un poco mas mi horizonte, y desde una sistematización progresiva de un cúmulo de conocimientos y prácticas que con el tiempo solo fueron sustentadas del sentido común.
El concepto de exteligencia se me presenta como una revelación ante la necesidad de definir la importancia del trabajo colaborativo y de las conclusiones que podemos sacar desde una mirada colectiva. La sinergia, el efecto de pares y cómo podemos potenciarnos a través de la reflexión en conjunto será sin lugar a dudas una experiencia de conocimientos ricos y profundos que nos permitirá conectarnos y sintonizar en un fin único dentro de la diversidad y este es lograr aprendizajes de calidad, en un contexto de igualdad de oportunidades, entregando las herramientas necesarias para insertarse en un mundo competitivo y excluyente. Buscar los mecanismos necesarios para generar cambios que se condigan con las necesidades sociales, restablecer la confianza de la ciudadanía en la educación y sobre todo en la valoración de la figura del docente como profesional idóneo, promotor de conocimiento y valores humanos. Sin embargo es necesario algo más que buena voluntad para lograr los cambios necesarios.
La toma de conciencia del escenario en el que nos ha tocado vivir y en el cual debemos intervenir todos de una u otra forma, ha invocado buenos fantasmas de mi memoria emocional, donde se alojan recuerdos valiosos de las enseñanzas de mis maestros: de escuela rural durante mis primeros años, luego de colegios salesianos para terminar en enseñanza fiscal de aquellos años. De mis profesores cuyas metodologías deben haber sido diversas y cuyas formas de enseñar conectaron en mayor o menor grado con mi modo de aprender, recuerdo por sobre todas las cosas un nivel de vocación por la enseñanza y por los niños que se reflejaba en acciones y actitudes muy conectadas a los afectos, logrando crear lazos de compromiso con los niños y su familia, también recuerdo la poca implementación en cuanto a recursos y el enorme esfuerzo de los maestros para cautivar la atención de los estudiantes creativamente.
Vincular hechos de mi propia experiencia como estudiante, a mis prácticas y las de mis colegas, en un escenario absolutamente diferente, con una cantidad de recursos inimaginables hace solo unas décadas atrás, me llevó a cuestionarme mil veces en que estábamos fallando, el porqué del descontento generalizado en todos los niveles no solo del sistema educativo sino de lo que la sociedad espera de nosotros, y creo que gran parte se debe a no comprender los procesos, a no valorar nosotros mismos la relevancia y trascendencia de nuestro contacto con los alumnos y de qué manera podemos intervenir positiva o negativamente en sus proyectos de vida.
Poder canalizar nuestras frustraciones en la comprensión de un síndrome como es el Burnout y tomar conciencia que no es un problema personal que deba menoscabarme como profesional, sino que es de responsabilidad institucional, se transforma en sentirse de alguna manera, extrañamente cobijado y amparado por un conocimiento teórico sobre una realidad latente en muchos profesionales cansados y desgastados, a partir de ello puedo buscar soluciones en conjunto sin la presión institucional y el hostigamiento por ser incompetente…solo somos humanos desencantados que necesitamos redefinir nuestras prácticas y fundamentos educativos que se condigan con los cambios paradigmáticos, pero desde el conocimiento de éstos ,sin perder la perspectiva de que ya nada es absoluto y el error forma parte de lo previsto.
Finalmente poder hacer frente al cuestionamiento generalizado hacia los profesores por los insatisfactorios resultados en pruebas estandarizadas -si somos objetivos sabemos que hay una cuota de responsabilidad en nosotros, pues un buen profesor hace también buenos alumnos, independiente de otras variables que pueden incidir en los resultados- solo es posible a través del perfeccionamiento, pues no es posible refrendar lo que ya está instaurado en la conciencia de la ciudadanía si no es a través de la profesionalización del trabajo docente, creando espacios de perfeccionamiento real y efectivo, replanteándonos nuestras prácticas, haciendo trabajos interdisciplinarios, fortaleciendo los grupos de reflexión pedagógica, gestionando la escuela, el currículo, las metodologías. A las autoridades les corresponde mejorar los niveles de control de la calidad de los docentes buscando los mecanismos para corregir la educación inicial, mejorando el status del profesor, cautivando de esa manera los buenos alumnos con vocación pedagógica.
Por ahora solo es posible esperar que el daño legado al sistema educacional por el gobierno de la dictadura, y que la promulgación de una nueva ley aún no logra reparar, vayan dando paso a escuelas inclusivas, de calidad, con buenos proyectos educativos partiendo de la realidad de cada establecimiento. Esta espera no debe ser pasiva de parte de ninguno de los actores del sistema educativo, sino que debe ser desde la revisión constante de nuestros aciertos y desaciertos, desde una buena gestión, desde el trabajo colaborativo, desde la implementación de un currículo que garantice conocimientos de calidad cuya transversalidad se condiga con los valores de solidaridad, convivencia y cuidado de nosotros mismos y de nuestro planeta.